Qué difícil se me hace escribir, soy hombre de
pocas palabras, no me gusta redactar cartas, pero en esta ocasión lo haré
porque la gloria es para Dios.
Le cuento que estoy escribiendo al lado de mi
esposa, ella está haciendo también un testamento, pero quiero compartir lo que
Dios ha logrado para mí, aún más desde que lo visito cada semana en la
adoración perpetua.
Quizás antes ni iba con un gran fervor o lo hacía
por compromiso, o por acompañar a mi esposa. Siempre he sido un hombre orgulloso, de corazón
duro; orgulloso y de poca fe y todas estas cosas no me dejaban ver a un hombre
todo poderoso que debía entrar a mi vida. Y fue Él el que dobló mis rodillas
para alabarlo y quien sacó poco a poco todo lo malo de mí: cambiar mi carácter,
mi comportamiento, esa dureza que había en mí y que transmitía a mis seres
queridos y todo eso se fue transformando en el hombre que soy ahora y cada vez
que visito a Dios le pido que cada día siga convirtiendo a este pecador.
Él está logrando que aprenda a olvidar, a perdonar
cosas del pasado en el que vivía, ese resentimiento que se me formó desde
pequeño, por el abandono de mi padre y muchas cosas más.
Pero hoy veo las cosas diferentes que hasta yo
mismo me asombro. Ya no soy esa persona que se enojaba de todo y afectaba a mi
entorno familiar, quizás sea un poco tarde para darme cuenta de todo el tiempo
que perdí viviendo sin de la presencia de Dios en mi vida. Le digo porque tengo ya 53 años y mire a la
edad que me doy cuenta. Siempre traté de dar lo mejor a mis hijos, amarlos como
quizás no lo hicieron conmigo, pero dejaba a un lado a mi esposa por el trabajo
o amigos y no me daba cuenta que necesitaba de mí, la veía como la madre que
tenía que atender mi hogar, ella siempre decía: “Como padre me saco el sombrero,
pero como esposo fallaste”. Sé que Dios me la envió para ayudarme a crecer y
admito que gracias a ella soy lo que soy, porque Dios la mandó como un mediador
para acercarme más a Él.
A veces entro al Santísimo cargado de problemas de
trabajo, cosas que me han pasado durante la semana y pongo todo a los pies del
señor y es como una luz que me ilumina y les comento lo increíble que es
descargar todo lo que siento frente al Señor y salgo con una paz intensa que
nadie lo cree cuando lo comparto y ojalá algún día Dios toque sus corazones
para que sientan lo que yo siento ahora.
Ahora, soy feliz teniendo mi esposa al lado, la
amo con toda mi alma y trato de vivir con ella todo lo que quizás antes no hacía,
el tiempo que perdí; hay más comunicación, vivimos más tranquilos y relajados. Puede
haber problemas, pero hemos aprendido a ponerlo todo en manos de Dios. También
el orar juntos nos ha ayudado mucho, leer el evangelio, aunque a veces no lo
entiendo, tengo hermanos en Cristo que me ayudan a aprender más y más.
Amo la vida de ahora porque sé que Dios está en
ella y así vivimos mejor.
Gracias padre por esta oportunidad
Adorador(a)
Anónimo(a) II
La CAP (Capilla de Adoración Perpetua) es un ambiente donde el cuerpo de Cristo esta expuesto las 24 horas para cada uno de nosotros, por ello Jesús te invita a que le regales una hora a la semana de día, tarde, noche o de madrugada.
Si quieres formar parte, deberás comunicarte con el Santuario del Sagrado Corazón de Barranco.
Teléfono: 012473475
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982076248
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